El Quijote es un jugar con las palabras permanente. Habla de la lengua y los idiomas. Habla de géneros y formatos literarios. Y es, además, y de forma superlativa, un enorme homenaje al libro. Al libro, como instrumento mágico, como divina invención humana, como vehículo de comunicación y depósito de conocimiento. En el Quijote vas todo el rato paseando entre libros. Demos ese paseo.
Carlos Álvarez estudia en Jesuitas, hace la mili y trabaja unos años para varias empresas privadas de modo que, tras conocer por dentro la Iglesia, el Ejército y el Capital, descubre que no le gusta ninguno de ellos.
Entre su actividad pública puede mencionarse haber participado activamente en Ecologistas en Acción, Izquierda Unida, Sodepaz, la Universidad Popular de Logroño y el Ateneo Riojano. Ha publicado los libros: ¿Economía? La sociedad adicta (2005), Civilización gaseosa (2008), ¡Democracia (2011), así como un centenar de opúsculos, conferencias y articulillos. En 2020 se metió a escribir su último libro: El Quijote de Valdeavellano, que fue publicado el año pasado.