La mujer en el Egipto clásico llegó a lo más alto del poder, pero fue en la vida social y familiar donde su posición siempre la encontramos predominante. La sociedad egipcia, firmemente estructurada, asignó a la mujer una posición de normalidad que rara vez contemplamos en civilizaciones posteriores e incluso contemporáneas.
Los matrimonios eran concertados en una ceremonia civil, que no contemplaba más ataduras, que la voluntad en las condiciones de su mantenimiento o su disolución.
El inicio en la educación de los hijos les pertenecía.
La sanidad y control de la alimentación era suya.
Los derechos en la herencia eran paritarios.
Todo lo anterior permitía que la mujer al igual que el hombre, fuese propietaria de talleres y negocios con la responsabilidad en la administración integra de los mismos.
El concepto del estatus de la mujer, existente en las sociedades primero griega y después romana, significó claramente un retroceso histórico que ha perdurado hasta tiempos no muy lejanos.